Mientras que quede la memoria

En relación a otra cuestión he oído ayer una sentencia muy interesante: se pierde la identidad cuando se pierde la memoria.

Pues sí, puedo perder el trabajo, el amor, la familia, una mano... y tantas cosas...incluso la dignidad, la esperanza o la creatividad.

Pero mientras tenga memoria sabré quién soy, aunque me sienta deshabitada. No se trata de vivir en el pasado, sino desgranar el presente recordando de dónde vengo, para poder labrar mi camino. Y digo bien, labrar, con un arado bajo un sol de justicia y con sólo el sonido de los grillos a mi alrededor.

Mientras me quede la memoria seguiré teniendo conciencia y podré tener consciencia, y vivir sabiendo quién soy y cómo soy. Vivir siendo yo.

Cuando pierda mi memoria seguiré siendo, pero otra con una memoria nueva.

Valorizar educación, salud y sostenibilidad

El valor dista en mayor o menor medida del precio, siendo mayor uno u otro dependiendo del punto de vista social o económico (aquí no se puede aunar socioeconómico), prevaleciendo en muchas ocasiones una relación inversamente proporcional entre ellos.

En los albores del siglo XVI Ben Jonson intentó medir la desigualdad entre el sentido moral y el sentido económico del valor de las cosas, y lo hizo así:

"El precio de muchas cosas es muy superior a aquél en que se venden y compran. La vida y salud, ambas muy estimables, las obtenemos del médico; como el saber y el conocimiento, verdadero fruto de la inteligencia, de nuestros maestros. Pero los honorarios del uno o el salario del otro nunca corresponderán al valor de lo que hemos recibido; aunque sirven para remunerar sus esfuerzos."

Uf, dos cosas, primero, evidentemente reivindicar el valor de la educación y la salud. No añado más y confío en que compartís.

Segundo, reivindicar la sostenibilidad. Lo que recibimos de médicos y maestros, tan valioso, exige de nosotros también un esfuerzo que en cambio sí cuesta lo que vale.

Nuestra vida y nuestra salud requieren por nuestra parte una inversión alimenticia, deportiva y de hábitos que emanen de la producción ecológica, la calidad del medio ambiente, el trabajo digno y el respeto a tu cuerpo y tu mente.

Nuestro saber y nuestro conocimiento requieren por nuestra parte una inversión en formación, actualización, análisis y perspectiva que emanen del aprendizaje continuo, transferencia de conocimiento (compartir experiencias), la mente abierta, el respeto a la diversidad y la tolerancia.

Y proyectando a otras facetas de la vida... seguro que puedes ampliar este escrito...

El reloj de mi vida

Antes de un año de recibir mi precioso reloj, se paró.

Lo llevo a la casa y el relojero malla la tapa intentando abrirlo. Cuando lo consigue, comprueba que la arandela está rota, de fábrica y lo envían allí.

A los dos meses me avisan para recogerlo. Tan contenta al recoger mi reloj de nuevo, me doy cuenta de que la tapa sigue mellada y había sido el relojero. De vuelta a fábrica.

Al mes me avisan para recogerlo. Tan contenta me lo llevo puesto. Al día siguiente se para.

Lo llevo a la casa y lo mandan a fábrica tras comprobar que, efectivamente se paraba a los dos minutos de ponerlo en hora.

Al pasar casi un mes me avisan para recogerlo. No quepo en mí de contenta, por fin. Al recogerlo compruebo que el cierre no cierra bien. Lo han doblado. Ahí se queda mi reloj para ir de nuevo a la fábrica.

Esta historia me suena. Es como la vida misma.

¿Podré algún día disfrutar de mi reloj... contenta porque a pesar de los deterioros e idas y vueltas, vuelva a mí íntegro y dispuesto a contar las horas conmigo?

Así lo espero.

Está lloviendo dentro y fuera

Miedos que he tenido a situaciones precarias, a problemas de salud, a no tener cerca a la persona amada, a perder la energía que me mueve a luchar, a aparcar mi actitud de vivir plenamente, a encontrar el NO rotundo sin fisuras en las puertas que se abren ante mí, a dejar de amar y de creer.

Miedos que venían en solitario a invadirme y se marchaban con la frustración de encontrar un terreno donde no podían sembrarse.

Miedos que cuando se han unido en pandilla han logrado socavar la tierra de mi jardín, abriendo rendijas para echar raíces, e intentan instalarse.

He de actuar contra ellos porque el tiempo que pasa no es más que su oportunidad de invadir. Busco herbicidas ecológicos para frenar su crecimiento. Riego de más para ahogarlos. Dejo de regar para secarlos. Nada.

Están creciendo en mi jardín miedos, malas hierbas que he de eliminar antes de que se apoderen de mis fértiles tierras, de que acaben con mi ilusión de vivir y mi deseo de amar.

Valentía. Está lloviendo dentro y fuera.