Recortes en el agua

15 febrero 2009

Tras la muerte me habré ido


Paseaba con mi perro por el centro en esta bonita mañana soleada de domindo invernal cuando un hombre me pide un momento para decirme una cosa.

Tras preguntarme si vivo sola con mi perro, me cuenta que un barbero de la calle Feria murió y su perro al tiempo, por el hambre comenzó a comérselo. Y me recordó el caso de los Andes, descrito en el libro y la película Viven. Me dijo sólo que lo pensara.

Yo le respondí que si me ocurriera, prefería que mi perro comiera mi cuerpo en lugar de los gusanos. Que cuando mi perro decidiera hacerlo sería porque sabría en su naturaleza animal que yo ya no estaría allí, y que era lo mejor que podía ocurrir, en agradecimiento a los años de lealtad y entrega incondicional de mi perro, de vivir conmigo mis alegrías y secar mis amargas lágrimas.

No obstante le dije que no se preocupara por mí, que tengo familia y amigos que me buscarían en mi casa en menos de dos días que estuvieran sin saber de mí.

El hombre, de cincuenta y pico de años, me comentó que su madre le había enseñado a temer a los perros, y que tuviera un feliz domingo.

Yo le deseé lo mismo, y cada uno siguió su camino.

En caso de que fuera verdad la historia (qui lo sa), aseguro que los dueños de perros somos felices con ellos. Además, tras la muerte....yo me habré ido, ¿qué importa lo que ocurra con el cuerpo?

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